El poder de lo que tenemos entre las manos

Ahora que la ultraderecha se arroga el contacto con las fuerzas del cielo es cuando no hay que dejar de defender la metáfora. La escritora y tarotista Lu Martínez no les entrega la palabra poética y defiende el talismán de la cultura.

Una cajita de madera se abre, lo que tengo dentro no son solo recuerdos. Un papelito doblado en cuatro, un cocodrilo de plástico que venía con el huevito de chocolate, elegantemente vestido con su trajecito rojo, un anillo que no me entra, un frasquito de perfume de violetas. Despliego el papelito arrugado.

Me es imposible saber si esas palabras tienen un poder real o soy yo la que se los confiere, por la letra caligrafiada, clásica de las abuelas, por el perfecto tamaño para tenerlo a mano, dentro de una billetera, en el bolsillo, con el libro que estoy leyendo o, como seguramente lo llevaba mi abuela Chiquita, metido en el corpiño, cerca del corazón.

No son recuerdos, estos son talismanes. La diferencia entre un talismán y un amuleto es que el amuleto supone tener cualidades mágicas intrínsecas, es sobrenatural de por sí, se dice que tiene “efectos apotropaicos”. Un amuleto nos protege, nos cuida, nos aleja los males. En cambio, los talismanes son distintos. También tienen “poderes”, pero esos poderes son consagrados, se los transfiere, atribuye, “carga” aquella persona que los porta. No existe talismán sin creyente. La magia del talismán es la de lx brujx que lo crea. Y podemos hacer talismanes para cualquier fin, son obras de arte, dependen de nuestra imaginación, nuestra fantasía, nuestro imaginario. No tienen límite, un objeto, una persona, una palabra puede convertirse, si así lo queremos, en nuestro talismán.

Foto: “Dios”, de Flavia Calise (2023)

Poemas para escuchar la voz que habla bajito

Olga Orozco es la gran poeta y bruja argentina. Pampeana, tarotista, de mirada intensa, típica de las que ven más allá. Su amigo Xul Solar le leía la carta astral y la inició en la astrología, a la que después le dedicó años de estudio. Él le predijo un matrimonio que a ella le parecía imposible. Leía a San Juan de la Cruz, Santa Teresa pero también a Dostoievski, a Tolstoi y a los malditos, Rimbaud, Baudelaire, Nerval. Creía en “todo”. Leerla nos ayuda a encontrarnos con el poder de los símbolos. Decía ser muy religiosa, confiar en que existía la reencarnación. En una entrevista con Soledad Costantini confesaba: “Hago mezclas, tengo un exceso de fe. El destino no es una cosa predeterminada, única, sino algo en forma de abanico; se te presentan dos caminos, por ejemplo, elegís uno y ése se va abriendo en otro y en otro… Permanentemente se repite esto, pero el destino que no elegiste a veces tiene tanta importancia como el que elegiste”.

Si pensamos en una patria llena de magia, en un campo argentino hecho de conjuros contra la luz mala, en su poesía iluminada, no puedo obviar alguno de sus versos en Para hacer un talismán:

Se necesita sólo tu corazón/ hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios./ Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría./ Nada más que un indefenso corazón enamorado./ Déjalo a la intemperie,/ donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca/ y no pueda dormir,/ donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío/ sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,/ donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías/ y no logre olvidar./ Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma. (…)/ Si sobrevive aún,/ si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;/ he ahí un talismán más inflexible que la ley,/ más fuerte que las armas y el mal del enemigo./ Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que un centinela./ Pero vela con él./ Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;/ puede ser tu verdugo./ ¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

Dentro de una posible Santísima Trinidad de poetas argentinas, no puedo dejar de invocar a Alejandra Pizarnik. Olga era amiga de Pizarnik. Es más, era una especie de guardiana. En esa misma entrevista, Orozco cuenta: “Alejandra era muy especial. A mí me pedía certificados; cuando se sentía muy mal, me llamaba por teléfono a cualquier hora. Entonces, yo le daba certificados que decían, por ejemplo: ‘Yo, gran Sibila del Reino, certifico que a Alejandra Pizarnik no se le cruzará ninguna mala sombra, ningún pájaro negro se posará sobre su hombro, a su paso se abrirán todos los caminos luminosos, etcétera’. Le duraban unos días, después me decía: ‘Bueno, ya se me gastó, haceme otro'”.

Imagino a Alejandra escribiendo bajo esos talismanes protectores, imagino que en algo debía confiar. Ángel, por ejemplo, es una palabra que repite en sus poemas. Sí, también oscuridad y sombra. Pero muchos la describen como alegre, llena de humor. Algún momento de fe luminosa habría si pudo escribir un poema como Cuarto solo:

Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.

Alejandra tendría, al menos, fe en el lenguaje. Primero, antes que nada, la palabra. La poesía, un destello, abriendo el corazón.

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

Para esta tríada de diosas poéticas, traigo a Diana Bellessi. No solo por ser mítica —eroica— y más fuerte que la muerte y que el amor, también por seguirnos hoy leyendo poemas en las noches porteñas, con dulzura y encantamiento. Bellessi tiene un libro que es entero un talismán: La edad dorada, donde le dedica poemas a Simone Weil y a Denise Levertov, pero también a Colombia y a los piqueteros. Subrayo ahí, por ejemplo, estos versos del entrañable Rosa bravía:

Soy tu cordero, ¿qué debo
hacer?, qué puedo siendo
lo que soy. La vocecita
siempre dice deshaciendo


Brilla el aura de lo hecho
en el vacío pleno

¿Se es así en el fluir
y el fluir sabe lo que yo
no siento? Hágase tu voluntad

aunque no lo sepa quizás
es mía también (…)

Y estos otros en Parque Independencia:

(…)
Bañándose
los grasitas,
alegre y esquivo
rumor
que sabe es poco
y es corto

aquello
que tomamos
¿importa?
¡rápido, rápido!
si es intenso nadie

te quita
lo bailado
Como agua bendita
salpican
oro en la tarde
Custodian

dos níveas
artemisas
Evitas
en los extremos
de la azul y blanca

fuente de agua
parisina,
un gorrito en una
y en otra
abrazo y ¡zas!

saltar
al sol
como un águila
los pibes
de Rosario siempre
con sus patas metidas

en la fuente

Un reloj que da la hora de creer en algo

Quizás este sea solo un momento de tregua y podamos, en otro tiempo, algunxs de nosotrxs, al menos, soltar las creencias, los rituales, la fe y quedarnos aferrados acá, a la materia, a lo que tocamos y vemos con los ojos del cuerpo. Quizás no haga falta tanta ternura, tanto amor, termine ganando el odio de los haters y ya está, dios ha muerto o, peor, nunca existió. O tal vez haya un futuro posible, una vida distinta en que pueda dejar de importar el contacto con el mundo espiritual porque el paraíso sea este, y lo tengamos en el día a día todo resuelto… con el acá y ahora alcance. No creo.

Justo hoy, en los momentos de crisis profunda, en las noches más oscuras del alma, algún refugio necesitamos. Sobre todo, necesitamos de lxs otrxs. La realidad concreta nos tiene desamparadxs, vulnerables, desesperanzadxs. Y esto lo aprendimos: en la historia argentina ya pasamos por una era de brujos peligrosos, conocemos las consecuencias. Cuanto más frágiles estamos, más propensos a caer en la trampa, a merced de la violencia, la estafa y la injusticia. Ahora que los peores monstruos se arrogan el contacto con las fuerzas del cielo es cuando no hay que dejar de defender la metáfora. No me resigno, no les entrego la palabra poética. Me niego a dejar a dios en manos de mis enemigos. Y mucho menos, el discurso sobre dios, la idea de dios.

Foto: Catalina Distéfano

El lenguaje de la fe es poderoso. Esa palabra la reclamo, la quiero para nosotras. En mi caso, creo. Guardo a la poesía en una cajita de cristal, sagrada, amable, la palabra mística me resulta contenedora. Pero incluso si la quisiéramos para profanarla, para embrujarla, conjurarla e invocarla desde nuestra esquina de este cuadrilátero espiritual, de algo estoy segura: hay que dar la disputa. Reencontrarnos y debatir valores, ideales, principios sociales básicos que ya no podemos dar por hechos. Especialmente, si recuperamos la idea de la fe en comunidad, tendremos un terreno ganado. Como vimos en la pasada marcha y peregrinación por San Cayetano: Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo, las movilizaciones que están en comunión con la política son mucho más fuertes y llegan a donde otras formas de política perdieron la capacidad de comunicar y representar. Atrás de ese tipo de tradiciones no hay solamente reclamos, demandas, exigencias; hay un sentir común, un agarrarse de la mano en tiempos oscuros. Pasa algo especial en ese encuentro que nos debemos dar a la tarea de recuperar.

Ante el desamparo, la incertidumbre, tanta idea de no-future y de que es “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, creer en algo, inventar una ilusión para mañana es una pequeña revolución. Frente al individualismo extremo que favorece a las derechas y nos lleva al aislamiento, la depresión, la ansiedad, la competitividad y la intolerancia, reunirnos alrededor de un talismán colectivo , sea cual fuere, empieza a parecerme la mejor solución. Convocarnos, darnos fuerza, estar ahí cuando el otrx flaquea y confiar en que dentro de esa red que armamos, va a haber también quien me sostenga.

Un poema puede ser un talismán. Tus amigas son tu talismán. El mate enlozado con estampado de flores, una pelota de fútbol, una florcita de ceibo, la Cordillera, los glaciares, esas dos islas de los mares del sur, el Río de la Plata. Hagamos entre todxs de nuestra patria un talismán tan poderoso, protector y preciado que ya no puedan venir a saquearla.

Tres pequeños talismanes poemas para conjurar una reunión (porque tres es el número mágico por excelencia )


La Magia vuela en espiral sobre nuestras cabezas
forma una caverna espejada donde el pasado se refleja
y se refleja la mano del futuro
con una flor blanca como ofrenda.

VII.  Glauce Baldovin en Nuestra casa en el Tercer Mundo

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El verbo es amar
amar bien
amar mal
amar como sea
pero amar.
La clave es amar
y cuando todo duela
amar con mayor intensidad
y cuando todo se torne insoportable
amar el doble.

José Sbarra en El mal amor

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Te recibo como a un huésped llegado del océano,
como a un pez atrapado por dedos de las algas,
como a algo que ha venido a despertarme. Nada de esto
tiene nombre sino sombra o ruido de revelación. De pie
sobre una ola de arena seca, bajo la luna, te veo y veo un mar
que ondula como viento. Te amo. Erguida,
es mi privilegio no nombrarte.

Mirta Rosenberg en Teoría sentimental