Fotos: Gala Abramovich.
“Mirá lo que es esto, no lo puedo creer”. Dos lesbianas se besan a medida que la cabecera de la marcha avanza y se dan vuelta para ver la bandera inmensa y multicolor con la leyenda “Orgullo Antifascista Antirracista”. Detrás de ellas, hay referentes históricas de la lucha por los derechos humanos y LGBTIQ+ en Argentina.
¡Es increíble”, dice una de ellas al ver la multitud y llora. Se miran y se vuelven a besar. Esa misma emoción brota de los cuerpos que esta tarde calurosa de verano salieron a decirle basta a Javier Milei tras su discurso en el Foro de Davos. Allí, el Presidente aseguró que quienes “enarbolan la bandera de diversidad sexual” son “pedófilos” y volvió a arremeter contra el feminismo. “Son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”, sostuvo.
“En América Latina, hablar de fascismo implica revisar su conexión con las dictaduras militares, ligadas a la represión de militancias que buscaban transformar el mundo”, explica Gabriela Mitidieri, integrante del CELS.
Pero no se trata solo de palabras. Los discursos de odio del gobierno libertario van de la mano de un ajuste feroz en todas las áreas del Estado que precariza las vidas de mujeres y personas LGBTQ+ y el ataque permanente a políticas públicas que son el resultado de años de lucha y organización social como, por ejemplo, el cupo laboral travesti-trans, la ley de identidad de género, el reconocimiento del femicidio en el Código Penal y la ley de respuesta integral al VIH, cuyo funcionamiento está en riesgo luego de que el ministerio de Salud —a cargo del empresario Mario Lugones— despidiera al 40% del personal de la Dirección de Respuesta al VIH, Hepatitis y Tuberculosis.
Mar trabaja hace 15 años en la Fundación Huésped y vino junto a sus compañeros a la marcha. Mientras reparte preservativos denuncia: “Es muy grave lo que está pasando. Está en juego la posibilidad de que cualquier persona pueda acudir a un espacio del Estado, decir quién es, qué prácticas sexuales tiene y recibir atención sin ser juzgada”.

Será que la emoción nos desborda, a pesar de la bronca, el dolor y la tristeza porque nosotras sabemos que ese odio que Milei predica habilita la violencia en las calles. El viernes pasado, un hombre prendió fuego la casa de una pareja de lesbianas que vive junto a su hija menor de edad en Cañuelas. Fue un ataque de odio y un intento de lesbicidio. Agui, una de las víctimas, relacionó directamente el discurso del Presidente en Davos con el accionar de su vecino, que ya las había hostigado y amenazado en varias ocasiones. “Los discursos de odio traen estas repercusiones, traen violentos que se sienten identificados y creen que pueden hacer uso de esa violencia, porque no van a tener ningún castigo después”, dijo en una entrevista radial. Bronca, dolor y tristeza porque todos los días vemos el recorte a derechos fundamentales como la salud sexual y (no) reproductiva, porque la represión en las calles se intensifica, porque continúan los despidos masivos en el Estado.
En menos de dos semanas, la comunidad LGBTQ+ organizó una marcha federal que tuvo cientos de convocatorias en Argentina y en el mundo para repudiar el discurso de Milei y reafirmar que nuestro orgullo es resistencia. Pero, sobre todo, la marcha logró ponerle nombre al odio del gobierno libertario: sí, es fascismo. Sin pudor ni tibiezas. En pocos días se logró la adhesión de más de mil organizaciones feministas y LGTBQ+, movimientos sociales, sindicatos, organismos de derechos humanos y un amplio abanico de personalidades de la cultura y la política. El gran pueblo mostri logró lo que muchos no se animaban.
“Que hoy haya tanta gente acá significa mucho para mí. Nos quieren meter otra vez en el clóset y al clóset no volvemos nunca más”, dice Morena, mientras los tambores de la comisión antirracista marcan el ritmo de la protesta. Está en situación de calle y forma parte de No Tan Distintes, una organización creada por personas que pasaron por esa situación. Morena está en la cabecera de la marcha junto con Cari, una compañera de militancia. Las dos tienen en sus cuerpos los rastros de la violencia estructural que hoy vienen a denunciar. Se abanican para soportar el calor. Sus compañeras les alcanzan agua fresca y una toalla para la transpiración. Están cansadas, pero decidieron ir al frente. Orgullosas.
“Queremos generar una igualdad colectiva y lograr que el Estado reconozca nuestra cultura y comunidad, que pre-existimos antes que el colonialismo; que las personas afroargentinas, afroindígenas, marrones, negras, migrantes somos sobrevivientes de un blanqueamiento histórico”, dice la activista afrotravesti Joy Yeguaza.
“Soy una sobreviviente. Tengo 70 años. Soy promotora de salud en Avellaneda y vengo a defender los derechos para las jovencitas, porque yo ya estoy vivida”, dice Alejandra que también se abanica mientras sostiene la bandera. “Queremos que las nuevas generaciones puedan caminar tranquilas, que no vivan lo que nosotras vivimos: calabozos, cárceles, violaciones”, agrega Marisol, su compañera. Ambas sonríen y aseguran que hoy se sienten más fuertes que nunca.
“Nosotras venimos a luchar no solo por nuestros derechos, sino por los de todo el pueblo argentino. Creo que esta marcha marca el inicio de una nueva era”, pronostica Sofía Romero, activista travesti y abogada. Junto a ella, más de 20 personas encabezan por primera vez una marcha que no es solo del orgullo LGBTQ+, sino también el eco de todas las denuncias y demandas al gobierno libertario. En la primera fila están el colectivo trans-travesti-no binario, acompañadas por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la columna antirracista-afro, pueblos originarios, migrantes, discas, trabajadorxs sexuales, las viejas y las pibas. Es un frente diverso, pero unido que marcha a la par de quienes vienen luchando por el reconocimiento de sus derechos desde hace más de tres décadas en Argentina.

A la izquierda, Shobi —activista trans de la Asociación Civil Varones Trans— y Paux, —persona no binaria trans masculina de la Liga Deportiva Trans Traba No Binaria — agitan el canto que ya es el himno de la jornada: “¡Alerta antifascista, alerta antirracista, furia travesti, furia maricona!”. La manifestación está por comenzar. Entonces, una performance marca el inicio: se levantan lápidas con inscripciones que denuncian el desmantelamiento del Estado. Un golpe de abanico y la marcha avanza. Las columnas alzan sus carteles con consignas que condensan el hartazgo: “Los fascistas no pasarán”. En medio del mar de pancartas, una estampita de Lali Esposito convive con una bandera de la CGT; una imagen de Evita con el pañuelo verde. La diversidad de reclamos y consignas refleja la multiplicidad de voces que hoy, en esta marea multicolor, caminan juntas.
Alerta antifascista
La historia de las derechas en Argentina se remonta a las décadas del 20 y 30, en paralelo con el auge de los fascismos en Europa. “En América Latina, hablar de fascismo implica revisar su conexión con las dictaduras militares, ligadas a la represión de militancias que buscaban transformar el mundo”, explica Gabriela Mitidieri, integrante del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y la Asamblea Antifascista y Antirracista.
La consigna Memoria, Verdad y Justicia atraviesa la marcha. En la cabecera, tras una bandera que exige “Ley de Reparación Histórica Ya”, avanzan travestis y trans sobrevivientes de la dictadura. Patricia, con megáfono en mano, denuncia: “Es una vergüenza que las travestis trans sobrevivientes de la dictadura militar y los edictos policiales en democracia todavía tengamos que estar marchando. Es una vergüenza que no podamos vivir en paz. ¿Hasta cuándo?”. Con ellas marchan organismos de derechos humanos y trabajadores de los sitios de memoria que están siendo desmantelados por el gobierno nacional. Una pancarta resume la unión de sus luchas: “La memoria no se clausura ni se cierra”.
“Que estemos usando la asamblea como una herramienta política es clave, es una forma de empezar a generar conciencia y participación política en los más jóvenes”, dice mientras Ana de la Asamblea de Barracas.
Mitidieri agrega que el ataque al colectivo LGBTQ+ sigue una estrategia histórica de las derechas. “Cargar en contra de la comunidad es una manera conservadora de reaccionar” frente al avance de sus luchas y defender la familia heterosexual como institución que, sostienen los sectores conservadores, está siendo amenazada. La investigadora rescata el análisis del bolsonarismo de Rodrigo Nunes quien resalta que incluso si no puede dar respuestas efectivas, el fascismo logra “hacer que sectores populares que adhieren a ese régimen se sientan menos estigmatizados que aquellos a los que el gobierno ataca y busca eliminar”. Así, la estrategia es generar una guerra de pobres contra pobres.
“El fascismo nos ha declarado la guerra. ¿Podemos quedarnos de brazos cruzados? La respuesta es NO. Por el amor y la vida, contra la represión y la muerte: la única amenaza es el fascismo”, decía un documento del Frente de Liberación Homosexual, de 1975, cuando el diario El Caudillo llamaba a “acabar con los homosexuales”. Medio siglo después, amenazas similares resuenan en los discursos de Milei y su gabinete. El avance de miles de personas por la Avenida de Mayo deja en claro que este tiempo no admite especulaciones. Se lucha con memoria y convicción, pero también con fiesta y celebración, desafiando al discurso de sufrimiento que el gobierno intenta imponer.
Furia antiracista
“El racismo y el fascismo están insertados en la estructura de nuestra sociedad y es lo que hace que el colonialismo se sostenga a través del tiempo. Queremos generar una igualdad colectiva y lograr que el Estado reconozca nuestra cultura y comunidad, que pre-existimos antes que el colonialismo; que las personas afroargentinas, afroindígenas, marrones, negras, migrantes somos sobrevivientes de un blanqueamiento histórico”, dice la activista afrotravesti Joy Yeguaza. Sus palabras están cargadas de euforia y orgullo: por primera vez el colectivo encabeza una manifestación tan masiva.
Joy trae una frase que los transfeminismos repiten hace muchos años, “lo que no se menciona no se visibiliza” y rescata la frase de la activista estadounidense Angela Davis: “En una sociedad racista, no es suficiente con no ser racista, hay que ser antirracista”. Joy asegura que la sociedad naturalizó el racismo y es hora de empezar a desarmar esa estructura violenta. Sin dudas ni matices, Joy avanza entre la multitud llevando en alto las banderas del orgullo.


La marcha continúa con ritmos de tambores y cantos que van de la denuncia a la celebración. En algunos tramos, se hacen intervenciones artísticas y abanicazos, el objeto que fue protagonista durante la tarde. “Arriba la Lucha Amada”, dicen los grafitis del Comando Nelida. La movilización avanza intempestivamente hacia Plaza de Mayo, se desborda en las calles aledañas, en una unidad política que genera un atisbo de esperanza en estos tiempos revueltos. Una demostración de que es una marcha fuertemente política.
Somos más pueblo que fascistas
“Soy una jubilada que gana la mínima. ¿Quién puede vivir con trescientos mil pesos?”, dice Carmen que vino con sus compañeras desde Moreno. Desde enero que empezó a organizarse no se pierde ningún miércoles de protesta frente al Congreso. Y es que les jubilades fueron el punto central de la motosierra del gobierno libertario: casi el 55% del ajuste del gasto público en 2024 recayó en jubilaciones y pensiones. Esta tarde tiene sed, está sofocada por el calor, pero no le importa, vino por sus nietos y por sus hijos. “Cuándo escribí antifascismo en mi cartel lloré. Nunca en la vida pensé que iba a escribir una consigna así en mi país”. Carmen lleva un cartel con la frase “Jubilada antifascista”. Detrás escribió su mensaje al Presidente: “Soy jubilada, feminista y bien zurda ¿Algún problema, Milei?”. Su amiga tiene un cartel en el pecho: “Libre como lo será mi niete”.
Más atrás, Ana de la Asamblea de Barracas lleva una bandera que denuncia los recortes en el Posadas y el Bonaparte, dos hospitales públicos en los que se atienden con su marido. “Que estemos usando la asamblea como una herramienta política es clave, es una forma de empezar a generar conciencia y participación política en los más jóvenes”, dice mientras toma un poco de agua. El calor es agobiante, pero la necesidad de estar juntos es mayor. Con su marido se toman del brazo y siguen marchando.
“No somos minorías, somos mayoría”, se lee en el cartel de Seba que vino junto a su esposa, su hermana y su hija. “Nos vemos obligados a venir aunque no seamos parte del colectivo LGBTQ+ porque vemos amenazados los derechos de todas las personas. Tenemos que salir e involucrar a los niños también, me parece fundamental contarles desde chicos cuales son sus derechos y porque es importante luchar por ellos”.
¿La batalla cultural es también un programa económico?
Los números indican que sí. Vamos hacia un modelo en el que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Medida tras medida, el Gobierno de Javier Milei profundiza un ajuste que golpea a quienes menos tienen y profundiza la desigualdad. Desde la Asamblea Antifascista Antirracista se preguntan: “Si la inflación baja pero tus ingresos no crecen, ¿la pobreza vuelve?”. Y los números responden. En el primer semestre de 2024, la pobreza alcanzó al 56% de la población.
“Es necesario recordar la historia de nuestro país. No queremos que vuelva a haber un modelo económico como el que nos trajo hasta acá, que fue el de la dictadura que regaló nuestras empresas, prohibió los sindicatos, la organización que defendía los salarios”, explica la economista Camila Baron. “Apelamos a esa memoria para decir basta”, agrega.

Por su parte, el historiador Ezequiel Adamovsky señala que “la aparición de una agenda de derecha radicalizada no solo atenta contra el bienestar de las personas, como era habitual en los gobiernos neoliberales, sino que busca desandar todo el camino de derechos sociales conquistados por las minorías. En particular, aquellos vinculados al género, las sexualidades y la raza”. Lo novedoso, explica, es el uso de las tecnologías para amplificar estos discursos. “Hoy la maquinaria política funciona con una estrategia de localización de enemigos amplios, no sólo partidarios, sino colectivos sociales enteros. Se los demoniza y ataca sistemáticamente. Por eso la evocación del fascismo tiene una potencia particular”. En este escenario, las redes sociales juegan un papel clave. “La potenciación de estos mensajes a través de granjas de trolls permite amplificar la radicalización y sembrar odio de una manera que hace algunos años no existía”.
No nos pasamos tres pueblos, somos el pueblo
Ramiro lo tiene claro: “Quiero que Milei se vaya. Quiero defender lo que tenemos y seguir conquistando derechos”. Pasó varias noches en vela, taciturno, pensando con su hermana en cómo expresar su enojo con ironía. Buscó algo que representara a quienes alguna vez salieron del clóset. Y lo encontró. Desde la multitud, levanta un cartel con su mano izquierda: “Los trolos a la calle, los fachos al clóset”. Con la derecha, abanica el aire caliente mientras la música envuelve la marcha. “Quiero mandarlos a ellos al clóset, porque ahí no volvemos más”, dice, y explica que quería una consigna que mezclara rabia, política y cinismo. Siente que lo logró y está orgulloso. “Acá estamos defendiendo derechos, no a un partido político. A ver si empiezan a escuchar al pueblo”, agrega desafiante.
Desde la Asamblea Antifascista Antirracista se preguntan: “Si la inflación baja pero tus ingresos no crecen, ¿la pobreza vuelve?”. Y los números responden. En el primer semestre de 2024, la pobreza alcanzó al 56% de la población.
Desde uno de los camiones que encabeza la marcha, un micrófono estalla: “¡A ver ese grito por la salud pública!”. Los abanicos de colores, el vogue y las performances se mezclan con los cánticos en defensa del Hospital Bonaparte.

Sacti y Mile avanzan tomados de la mano, tímidos se sacan una foto con las históricas. Llevan una bandera blanca con la inscripción “Teje Teens y Kidz”, decorada con los colores celeste y rosa de la bandera trans. Ambos tienen 14 años y vinieron con sus padres, que los acompañan cada fin de semana a los encuentros del Teje, un espacio para infancias, adolescentes y adultes travestis, trans y no binaries donde se conocieron. “Es muy importante luchar por lo que soy, por lo que creo y defender los derechos que estamos perdiendo”, dicen al unísono. Les asusta que discursos como los de Milei o Donald Trump nieguen su existencia. “Da miedo porque pretenden invisibilizar un trabajo que venimos haciendo desde hace muchos años junto a docentes, profesionales de la salud y nuestras familias”.
“Hoy la maquinaria política funciona con una estrategia de localización de enemigos amplios, no sólo partidarios, sino colectivos sociales enteros. Se los demoniza y ataca sistemáticamente. Por eso la evocación del fascismo tiene una potencia particular”, dice el historiador Ezequiel Adamovsky.
Mile dice que El Teje le permitió encontrarse a sí misma. “Me crucé con otra gente que vivió otras experiencias y eso da alivio, pero hoy da miedo sentir que no somos escuchados”. Sacti coincide y agrega: “Vemos nuestro futuro en riesgo. Por eso es más importante que nunca luchar hoy y estar en la marcha”. La movilización avanza. Sacti y Mile agitan su bandera y siguen caminando.


Cae la tarde en la Ciudad de Buenos Aires, mientras las marchas se replican en más de 200 ciudades del país y el mundo con la certeza de que es un día histórico. Las palabras quedan cortas para describir lo que es pura ebullición y potencia: la convicción de defender derechos en un país con historia y memoria se impone. Una vez más, en las calles, la voz colectiva resuena con fuerza: ni un paso atrás.